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@MariaColomaMM

Territorio Comanche, de Arturo Pérez Reverte:

Territorio Comanche, de Arturo Pérez Reverte:

Sobretodo no crucen el puente se esponen a quedarse al otro lado,Arturo Pérez Reverte, nos advierte al principio de la obra marcando así, el inicio de la dinámica narrativa que viene condicionada por el objetivo de Márquez de captar un puente explotando.
Territorio Comanche nos cuenta un relato a modo de crónica periodística combinado con la ficción, el autor incluye su nombre como el fulano presentador del programa de crímenes Código Uno. Barlés y Márquez, son los dos personajes principales, eso sí, teóricamente ficticios, que se mueven en el territorio paralelamente a la evolución de periodistas reales como Gervasio Sánchez,Miquel Gil, Hermmann Tertsch, Paco Eguiagaray, Losada…, la interprete Jadranka, entre muchos otros personajes, también figura el dominguero de guerra; representado por el humorista Pedro Ruiz. Se trataría de aquel que va a hacer acto de presencia en las guerras, para poder decir que ha estado allí y aprovechar para hacer conferencias.
Es una novela entre amigos, donde aparecen los compañeros del gremio periodístico. Reverte se ha servido de las sensaciones que vivió durante sus veinte y un años como corresponsal de guerra, para explicarlas al lector. Curiosamente, veinte y dos años son los años que lleva Bardés también trabajando en las guerras.
Reverte narra con un tono coloquial, fácil y dinámico ( soltó una risita, las tías lo encontraban atractivo, mamados, se comía el tarro, a otros lo que se les iba era la olla, casi se había vuelto loco de horror…), pero contundente y claro ( cada familia cuenta con un bisabuelo degollado, no hay nada tan quieto como un muerto…) que atrae al lector.

Bardés y Marquéz forman un compenetrado equipo de periodistas. Márquez da el tono de irracional, de arriesgado, deshumanizado frente a las guerras. Puesto que el ya cuando esta con su familia solamente piensa en volver a las guerras. Ese negocio de tenderos y de generales, hijos míos y lo demás es filfa. Marquéz el intrépido cámara, que no se permite una lágrima frente al angular porque sino no salen bien las imágenes, Márquez era el más duro de todos, todos eran tipos duros(…) No es que Márquez fuese a la guerra. Sus imágenes eran la guerra.

Por otra parte Bardés, que tiene un tono más humanitario, más racional, observador y lleno de serenidad. Da el punto de equilibrio frente a todos los periodistas que van saliendo a la larga del libro. Mientras Márquez acaba sus planos, podemos escuchar los pensamientos de Bardés.
Arturo Peréz Reverte fue reportero con cámara en sus inicios como periodista y luego trotó durante muchos años con una cámara de televisión al lado. Ahora bien, Si tuviésemos que identificarlo con algún personaje en el libro, a parte de su intencionado fulano Reverte, sería con Bardés.
Compañeros de trabajo de A.P. Reverte, afirman que el cuando cubría las guerras, y tenía que hacer entradillas para el telediario un par de minutos, esperaba a que se escuchasen bombas en el sitio, para así quedar como un verdadero héroe, al llegar a
Madrid y que “le preguntarán si los tiros eran de verdad”. Por el contrario Reverte nos dirá que Márquez, lo hacía situarse para las entradillas en lugares difíciles. Es mejor que de las imágenes se encarguen otros dirá Barlés, paginas antes de explicar la manipulación que hacen los periodistas en cuanto a imágenes en ocasiones: “pusieron entre los cadáveres negros, algunos de blancos” y nadie se dio cuenta.

La verdad es lo que allí hay! - Dirá Marquez. Lo que no ve la cámara, simplemente no esta.
En un primer momento vemos la importancia de filmar los cadáveres detrás de la cámara, sin permitirse ( sentir) una lágrima. Por otra parte también sale a relucir
el tema de las posibilidades que tiene el periodista de ayudar a la gente que vive en primera instancia las guerras: - “si, quieres ayudar, pues haberte hecho enfermera”, le dirá en un momento Márquez a Barlés.
A Márquez no le gustaba que Barlés ayudase a los equipos de rescate porque se metía en cuadro y estropeaba el plano. Sólo cuando habían acabado de grabar, sacaban la mierda de los escombros.
Teniendo en cuenta el deadline, (la hora en que se cierra la edición del periódico o el telediario). Si el trabajo no ha llegado a tiempo, se va al diablo, - may be the next time!
- O quizás nunca! -porque los corresponsales pueden morir, a no ser que se encuentren a 50 km lejos del lugar.
Antes la guerra era más fácil, hablabas con el militar y punto, explicases lo que explicases siempre salía en reportajes de primera página. Hoy en día hay freelance que llegan y ya enseguida les matan por querer estar en el centro de la acción.
El concepto de suerte es uno de los ejes centrales del libro, junto con la ley de probabilidades en la vida del corresponsal de guerra. La suerte consiste en que todo pase delante de tu cámara, también en que te atraviese una bala mientras lo filmas y no te maté.
-¿Entonces que es la mala suerte? - ¿La muerte?
La muerte, no es del todo la mala suerte, cuando hablan sobre la reincorporación de los corresponsales a la sociedad de nuevo (donde se puede estar en la calle y ver pasar a las chicas sin que les peguen tiros) dicen a veces me preguntaba sino era preferible pisar una mina a modo de Ted Stanford en la carretera de Fagamusta.
Hay tres maneras de matarte en una guerra, la primera sería que cuando toca, toca.
Pone el ejemplo de Manuel Ortiz que nunca estaba en el lugar adecuado para hacer la foto. Pero como el dice más vale no hacer ninguna foto que hacer la última foto. La segunda sería que cuando llevas poco tiempo tienes más posibilidades. Pese a que a un periodista en la guerra no lo asesinan casi nunca: lo matan trabajando en un lugar donde la gente pega tiros. En cuanto a que te maten, la tercera posibilidad es la ley de las probabilidades, o sea que al cabo de cierto tiempo de haber estado en la guerra, ya te toca. Y yo le pagaré el último Whisky al corresponsal de guerra con las tres des,
(solía decir el abuelo Languineche): desequilibrado, divorciado, dipsómanos. Pero lo cierto es que el corresponsal de guerra tiene el consuelo egoísta ( frente a la situación de los civiles que sufren la guera) de llevar en el bolsillo un billete de avión; ese pasaje que tarde o temprano permite decir basta e irse a otro sitio.

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